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Quico: Taurino compromeido

Quico en su bodega taurina con Arenzana, Rioja y Dionisio Ruiz.

Presidió entidades taurinas y apoyó monetariamente la base y difusión del toreo con publicidad

 

 

P. M. Azofra

Hace un rato se ha ido para siempre Jesús Fernández “Quico”, histórico empresario logroñés, taurino y devoto de Antonio Ordóñez. Fue tres años presidente, por el 68, del CTL y algunos más directivo. En 1989 rigió la P21, de la que luego se borró. Vivió la fiesta de los toreros como entendido, la de los toros como inconformista, la del campo de bravo como novel y la tertuliana como reunión, mentidero o pandilla en plan de gourmet social. Siempre con tolerante armonía y rumbosa actitud.

Jesús no fue el que siente afición por el toreo y asiste, generalmente, “a los toros”. Fue el entendido que contrae compromiso y como obligación de colaborar, además de comparar, deducir o juzgar. Por eso apoyó festejos de promoción, los primeros pasos de algún principiante, las inquietudes de algún artista o la difusión y publicidad de la fiesta de forma desprendida. No con dialéctica de taberna y barbería sino “invirtiendo”.

Por todo lo anterior, y muchas cosas que harían larga la faena, Jesús puede servir de modelo a los que suelen presumir de taurinos, no sé si ya ni de esos quedan, y no han movido jamás una uña que les haya podido costar esfuerzo o una cala. “Quico” era incapaz de estar al margen del tema. Se implicaba con hechos de tocar.

Como vivió tanto, tan de cerca y tan diverso, era inevitable sus momentos de desmoronarse ante la actualidad de la industria taurina y las depravaciones de sus protagonistas. Pero su mayor decepción fueron las tragaderas y escasas exigencias del público ocasional, convencido de que la fiesta se degrada cuando sus mantenedores económicos se vulgarizan.

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